La memoria podría ser catalogada como la función más importante de nuestro cerebro: gracias a ella podemos dormir tranquilos, sabiendo que al día siguiente todo lo que aprendimos seguirá ahí. ¿Te imaginás lo que sería despertarte cada día y no recordar la dirección de tu trabajo, ni a qué hora iniciaba tu clase o dónde queda la estación del subterráneo?

Ahora te dirás: “A veces me olvido de dónde dejé las llaves, el código postal de mi casa o cuál era el nombre del médico al que fui hace unos días”. Para tu tranquilidad, te cuento que esto es totalmente normal, ya que uno de los procesos más importantes de nuestra memoria es precisamente el olvido.

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¿Pero por qué olvidamos?

Nuestra memoria de corto plazo no sólo es limitada por la duración, sino también por su capacidad. Su principal función es desempañarse como un filtro que nos permite recordar pequeños detalles breves, que no tendría sentido que se depositaran en nuestra memoria de largo plazo.

Si bien no se conoce el límite exacto de la cantidad de información que podemos guardar como recuerdos a largo plazo, realmente nuestra memoria es limitada. Asimismo, debemos destacar que es un sistema muy lógico, que nos lleva a pensar qué sentido tendría recordar todas las calles transitadas, todos los números de teléfonos que anotamos, o todas las conversaciones oídas en lugares públicos.

El proceso de memorización no sólo contempla la consolidación de los recuerdos, sino también el evocarlos. Depositar en nuestra memoria miles de estímulos –como con los que interactuamos día a día– y luego rememorar algo puntual no sólo sería muy trabajoso para nuestro cerebro –que ya de por sí es un gran consumidor de energía–, sino que también llevaría un gran lapso de tiempo. Acceder a recuerdos en nuestra memoria es como ingresar en una habitación llena de estanterías: si el cuarto se encuentra ordenado, es más sencillo llegar al estante en el cual está esa información. Sin embargo, si la habitación está hecha un caos y los objetos interfieren en el camino, no solo sería muy difícil acceder al recuerdo, si no que en el trayecto nos encontraríamos con memorias que pueden confundirnos e incluso dificultarnos el acceso a lo que buscábamos.

Continuamente nos enfrentamos a situaciones en las que necesitamos un recuerdo, y no sólo que se nos dificulta hacer foco en él, si no que nos confundimos con otras palabras, términos o nombres.

Seguramente dirás: ¡Pero qué injusto! ¿Por qué siempre me acuerdo de la letra de las canciones de música, de escenas de series o películas, pero nunca de lo que realmente considero importante?

Esto depende de múltiples factores: la memoria y nuestra capacidad de evocar recuerdos se pueden nutrir de muchos estímulos. Habrás notado que es más sencillo acordarse de la letra de una canción si escuchamos la melodía de fondo y, en mayor medida, si oímos la voz del cantante. Aun nos resulta mucho más simple si sumado a todo lo anterior vemos el videoclip.

Ahora… ¿Por qué recordamos la cara de alguien, pero no su nombre? Esto sucede porque nuestro principal sentido es la visión –referencialmente ubicada en la corteza occipital–, con lo cual cualquier estímulo visual prevalecerá sobre los otros.

Además, nuestra memoria se rige por la relevancia, y los nombres no dicen mucho de una persona, pero sí su profesión o espacio en el cual interactuamos con ella: es mucho más sencillo asociar un rostro a un trabajo o lugar.

Además, las caras, a diferencia de los nombres, tienden a ser únicas –aunque los hombres calvos y con barba somos muy similares a otros hombres calvos con barba–.

Lo mismos sucede con cientos de datos, como las direcciones. Posiblemente sepas cómo llegar al departamento de un amigo, aun sin recordar el nombre de la calle y menos que menos la altura. Sin embargo, podrás llegar al edificio en donde vive, recordando en qué esquina doblar y cuál medio de transporte utilizar… Aunque, probablemente, al llegar no recuerdes qué timbre tocar.

Ahora bien, sabemos que la memoria no es nuestra mayor aliada, pero ¿qué podemos hacer para ponerla de nuestro lado?

Uno de los principales factores que la afectan es la cantidad de estímulos con los que vivimos día a día. El proceso de memorizar es similar al de transitar una calle: cuanto mayor sea el número de obstáculos que le pongamos en el camino, será más difícil que la memoria llegue a la meta.

Recomendación: si necesitamos memorizar un detalle puntual, es conveniente exponerse a la menor cantidad de estímulos posibles en ese momento.

Como comentábamos anteriormente, esto no sólo sucede con memorias eventuales, sino también con las de todos los días (olvidar las llaves, nuestra mochila o la billetera).

Recomendación: intentar dejar todo en los mismos lugares. Las llaves, en un portallaves detrás de la puerta; la mochila, en la misma silla y la billetera, dentro. Aun si debemos agregarle algo, hacerlo y volver a dejarla dentro del bolso.

El estrés –aun en el corto plazo– y hacer todo “a la corridas” afectan nuestra memoria, debilitando las dendritas, dificultando la interacción entre neuronas (denominada sinapsis) y limitando la capacidad de almacenar nuevos recuerdos.

Recomendación: si cree que está “sobrepasado”, evite ir directamente a hacer una tarea que requiera de su atención. Haga previamente algo que lo ponga de buen ánimo o le dé tranquilidad, como, por ejemplo, leer un chiste o hacer un pequeño ejercicio de respiración.

Para memorizar, nuestro cerebro debe estar dispuesto a hacerlo, y dentro de sus principales prioridades de hacia dónde dirigir la atención no se encuentran los contenidos de un tomo de medicina o los pormenores de las batallas greco-romanas.

Recomendación: si hay algo que está atrayendo su atención, vaya y hágalo, para luego volver a tomar el libro. Si su cuerpo se lo requiere, nunca evada ir al baño o acomode ese florero que tanto lo desconcierta. Pero, por favor, vuelva y retome lo que estaba haciendo…

Si regresó, pero incluso así la información le resulta muy difícil de recordar, una idea muy práctica es la de brindarle a nuestra atención y memoria, sencillez, practicidad y múltiples estímulos.

Recomendación: mientras estudiamos, hacer continuamente pequeños resúmenes.

Utilizar resaltadores para marcar partes estratégicas, o, como está de moda, usar palabras claves o tags. Además, leer esos resúmenes en voz alta. Recuerde que nuestra memoria funciona en red, por lo cual una palabra, un pequeño texto o el recordar el sonido de nuestra voz leyendo una información pueden encender una gran cantidad de redes y, por ende, ayudarnos a evocar un gran número de recuerdos.

Durante la extensión del artículo, vimos que nuestra memoria es endeble y de poco fiar, pero con algunos pequeños trucos podemos persuadirla para que juegue en nuestro equipo.

Dr. Nse. Carlos A. Logatt Grabner

 

Bibliografía:

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Siegel M, Warden MR, Miller EK. Phase-dependent neuronal coding of objects in short-term memory. Proc Natl Acad Sci U S A. 106(50):21341-6. Epub 2009 Nov 19.

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